domingo, 9 de noviembre de 2014

Bouvard et Pecuchet

Todos conocemos la poco creíble teoría de que Dios inventó los Domingos para descansar. Dios los inventó para torturarnos, para que todos los pecados y malos actos recaigan sobre nuestras conciencias como un martillo sobre el yunque. Dios es malo y cruel.
La mejor forma de escapar a la depresión dominical es salir, tomar aire, llenar la cabeza de otras ideas, de otros cuerpos , de otras vidas. No es bueno intoxicarse los Domingos, en eso tiene razón la moral cristiana. El parque Centenario está repleto de gente. Mi prejuicio dicta que los vecinos del parque deben estar indignados por tanta visita "extranjera". Primero paso por la librería Los Cachorros, esa librería siempre tiene cosas buenas. Compro "Bouvard et Pecuchet", obra póstuma de Flaubert, y me dirijo al parque en busca de un lugar para leer. Sobre Marechal, me encuentro con Mora y Germán de Riel. Mora me vio con el libro y la conversación se centró en las librerías, los precios de los libros y luego nos desviamos hacia las inundaciones, hacia las mudanzas, hacia las refacciones. No hablamos sobre música y eso está muy bien, los Domingos no hay que hablar de música. Nos despedimos y me dirijo hacia la zona de la laguna. Los niños tiran galletitas y escupitajos a los peces y ellos se los comen. Comen de todo un poco. Los que algunas vez logramos cruzar las rejas en la madrugada, cuando el parque está cerrado, sabemos de la existencia de un monstruo que abita el lago. Parecido al del lago Ness pero más chico. No es aconsejable que los chicos estén tan cerca del borde, menos un Domingo.
En eso me cruzo con Esteban de Surfing Maradonas, tiene una cerveza en la mano y un montón de dudas sobre si un Domingo es buen momento para tomar. Yo le digo que sí y tomo de su cerveza. Tampoco es cuestión de andar reluciendo la moral cristiana frente a otros rockeros, no? Me cuenta que la noche anterior hubo trompadas en un reci de Moron. Últimamente está pasando seguido lo de las peleas y siempre hay involucrado alguno de nuestros amigos o nosotros mismos.. No voy a hacer un llamado a la paz, a veces es divertido. Beso, abrazo y sigo buscando un lugar para leer. Lo encuentro, un banquito de madera, simpático pero incómodo. Hay espacio para tres pero estoy solo y me gustaría seguir así por ahora, perdón. Me siento con la espalda recta y las piernas cruzadas, apretadas, como una chica. Apoyo el libro abierto sobre mis piernas y el sombrero lo dejo a mi lado. Ya está, estoy dentro del siglo 19 (el día que enseñaron los números romanos yo falté a la escuela) Hace 33 grados de temperatura y el bulevar Bourdon está desierto. Más abajo, llegando al canal de Saint Martin dos hombres se sientan en el mismo banco de plaza en el mismo momento. Sus nombres son Bouvard y Pecuchet, acaban de conocerse y pronto serán grandes amigos. Ambos cuentan con un status incongruente, sus aspiraciones, necesidades y cultura son burguesas, mientras que sus trabajos y magros salarios son de clase trabajadora. Ellos alguna vez fueron personas con sueños y grandes aspiraciones, ahora se ven como pequeñas y reemplazables piezas de una maquinaria que les resulta absolutamente ajena. Sueñan con vivir en el campo. Una repentina herencia otorgada a Bouvard hace que los dos amigos cumplan su sueño y se dispongan a comprar un castillo en la campiña de Chavignolles, Normandia.
Ya está oscureciendo y a cada minuto me molestan más los ojos para leer. Por hoy abandono acá. Adivino que Flaubert se las ingeniará para mostrarme alguna forma de corrupción burguesa. Cosas de la época y no tanto... levanto la vista y Adrián!! guitarrista de Johnosoyyoko. Hablamos muy poco, no es bueno que Adrián y yo nos juntemos un Domingo, es antinatural. Vuelvo a casa y escribo esto. De fondo suena Soko, y uno piensa que teniendo al lado una chica como ella nada podría salir mal.

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